Desde el Monasterio Madre de Dios de Buenafuente del Sistal.
Monasterio Cisterciense Madre de Dios
Buenafuente del Sistal, 5 de febrero de 2019
Muy queridos en el Señor:
Iniciamos el mes de febrero en el corazón del Tiempo Ordinario, en este invierno de 2019. Estamos en el momento cotidiano, la hora de vivir “arraigados en Cristo” (Cf. Col 2, 7),como les dijo el Papa Benedicto XVI a los jóvenes en Madrid. Siempre nuestra alma necesita vivir arraigada en Cristo. Hay tiempos como el de Navidad o de Pascua…que nos ofrecen alicientes especiales que nos ayudan: la familia o las costumbres populares. Pero ahora estamos en un día normal y en nuestro orden del día, está: el trabajo de casa que nadie hace, estudiar, sacar adelante los proyectos menos llamativos, estar solos… En definitiva, es el tiempo de recorrer con Jesús los caminos de la vida que vivió “pasando por uno de tantos” (Flp 2, 7b): Esperó en la cola el bautismo de Juan, en la sinagoga de Nazaret lo quisieron despeñar, se rindió a los deseos de su Madre y adelantó el inicio de sus grandes manifestaciones en la boda de Caná. Tiempo de dejarnos guiar por el Espíritu, como Él lo hizo: “Jesús volvió a Galilea con la fuerza del Espíritu” (Lc 4, 14a).
Nosotras, desde el comienzo de este año litúrgico, hemos retomado la práctica de compartir en Comunidad la oración particular de cada una con la Palabra. El hecho de alargar un poquito la Lectio Divina, no parece tan relevante y lo es. Acostumbrarnos a comunicar nuestra vivencia con Cristo en el día a día, nos arraiga en Él, a la Comunidad entera, no sólo a cada una. Esta es una buena práctica para todos. Nos recuerda la propuesta de un movimiento eclesial actual que, invita a sustentar el seguimiento de Cristo en el siguiente trípode: Palabra, Eucaristía y Convivencia, es decir, compartir la fe. Es muy probable que todos los cristianos digamos que nos alimentamos del Pan de la Palabra y del Pan Eucarístico, pero compartir la fe, es un paso que no siempre damos. Nos cuesta salir de nosotros mismos, nos da miedo hablar de nuestras limitaciones y debilidades. Y sólo desde nuestras pobrezas, fallos y dificultades es posible la comunión con los hermanos, a la Luz de la Palabra de Dios y de los Sacramentos.
Nos despedirnos, con el entusiasmo de la reciente celebración del día de la Vida Consagrada, copiamos la oración del día, con el deseo de que el Señor la lleve a término en todos nosotros: “Dios todopoderoso y eterno, te rogamos humildemente que, así como tu Hijo unigénito, revestido de nuestra humanidad, ha sido presentado hoy en el templo, nos concedas, de igual modo, a nosotros la gracia de ser presentados delante de ti con el alma limpia.
Unidos en el camino de la vida
vuestras hermanas de Buenafuente del Sistal
Hermana Clarisa (Noviembre 2018)
CORAZON ORANTE BUSCANDO EL ROSTRO DE DIOS
El texto que sigue es carta de una Madre Abadesa de Hermanas Clarisas (noviembre 2018). Se publica, con permiso de la autora, como testimonio de vida en un tiempo de seguir levantado los ojos del alma sin despegar, de momento, los pies del suelo.
Me dirijo de nuevo a CLAUNE, por medio de usted, para expresar varias cosas.
La primera es el agradecimiento por la revista y todo lo que nos aporta de formación y de contacto con otras hermanas y realidades. Esa comunión de oraciones en nuestro caminar cotidiano, ese compartir desde Dios que nos hace ver la multitud de hermanas que, aunque seamos menos, seguimos siendo buscadoras de Dios y seducidas por Dios a esta particular forma de vida monástica.
En segundo lugar, querría ponerle al corriente de nuestro devenir en el Señor, día a día. Gracias a Dios, aunque pocas, seguimos manteniendo la llama ardiente del amor primero en la VIDA.
Ciertamente Vultum Dei Quaerere y Cor Orans son instrumentos valiosísimos en este camino de renovación en todos los sentidos y de profundización de nuestra vida. Muchas gracias por enviarnos tan valioso material que estudiamos y contemplamos profundamente, además de participar en diversos encuentros Diocesanos y Federal que nos los iluminan. Muchas gracias por este gran aporte a las Comunidades.
Respecto a nuestros asuntos temporales, decirle que, como todas las comunidades de hermanas mayores, es una realidad frágil pero llena de Gracia, porque en esta debilidad se manifiesta la fuerza de Dios. Tenemos cercanía con varios monasterios más afines y esa cercanía se manifiesta en apoyo y ayuda recíproca. En el horizonte se vislumbran decisiones y retos, a los que no tenemos miedo «somos de Jesús y de María». No tenemos miedo a cerrar casas- Monasterios porque el fondo es que nuestra vida no se «Cierra»; la vida contemplativa no se puede cerrar aunque algunos monasterios no puedan mantener su presencia.
Por ello estamos tranquilas, puestas en las manos del Padre, sabedoras que somos hijas de la Iglesia y ésta querrá lo mejor para que nuestra vida sea lo que tiene que ser. Por ello, mientras sigamos con nuestras presencia, queremos vivir a Tope esta vida sin rebajas, porque el Ser mayores no es sinónimo de rebaja sino de plenitud y de entusiasmo, adentradas como María y envueltas por EL MISTERIO, siendo en la iglesia la Imagen de Cristo orando ante el Padre para cumplir su voluntad . No precisamente con el entusiasmo de los primeros años, sino el de los amadores que han gustado la profundidad y grandeza de esta VIDA.
SOR YOLANDA de los Ángeles Fernández Bustos, Clarisa
ECOS DE LA JORNADA PRO ORANTIBUS
“¡SOY FELIZ, MUY FELIZ!”
-SOR YOLANDA de los Ángeles Fernández Bustos-
Entrevista realizada por el Delegado de Medios de Comunicación Social de la Diócesis de Albacete y retransmitida por la Cope el viernes 25 de mayo.
¿Qué es esto de la vida contemplativa, la vida monástica?
– El ser contemplativos es una dimensión de la vida cristiana. Todo bautizado ha recibido el don del Espíritu Santo que le capacita para ver la realidad con los ojos de la fe, descubriendo en la creación la mano de Dios. También está llamado al trato con Dios por medio de la oración personal y a cultivar su vida espiritual. Esto es para todos los cristianos.
Cuando hablamos de vida contemplativa o monástica nos referimos a un estilo peculiar de vivir el seguimiento de Cristo. Está el apostolado de la acción y el apostolado de la contemplación. Cuando Jesús subió al cielo envió a sus discípulos a ser testigos del Reino de Dios, anunciando lo que habían visto y oído de su Maestro.
Este modo de vida se desarrolla dentro de un monasterio femenino o masculino. Hombres y mujeres separados del mundo (no evadidos) que se dedican exclusivamente a Dios. Hemos sido llamados para estar con Dios viviendo en una comunidad de hermanos o de hermanas. Nuestro existir ya da testimonio de la primacía de Dios. Esta separación nos facilita el trato con Dios en la oración, evitando todo lo que pueda separarnos de Él y de la escucha meditativa de su Palabra. El contemplativo ejerce el apostolado de la oración. Ésta llega a todos los rincones del mundo, allá donde haya algún hermano con necesidades en su cuerpo o en su alma. La oración mueve los corazones de los hombres a un cambio hacia el bien y desde ahí se va construyendo el Reino de Dios. Muchas personas se acercan a nuestro monasterio pidiendo oraciones por intenciones o necesidades particulares: exámenes, enfermos, alejados de la Iglesia,… y luego vienen a darnos las gracias.
¿Y qué se nos pide en este domingo?
– El domingo pasado, Pentecostés, celebrábamos el día de la Acción Católica y del Apostolado Seglar. Este domingo de la Santísima Trinidad se celebra el día de la Vida Contemplativa (Jornada pro Orantibus). En este día todo el Pueblo de Dios ora por los contemplativos, por su fidelidad, por su perseverancia y santificación, por sus necesidades, por un aumento de vocaciones. Es un día de oración por todos los que dedican su vida a rezar por el mundo.
También el día de hoy se quiere despertar la conciencia de esta realidad eclesial, invitando a los fieles que conozcan este modo de vivir, que se acerquen a algún monasterio, que hablen con algún monje o monja. En nuestra diócesis de Albacete hay tres monasterios de Carmelitas (Albacete, Caudete y Villarrobledo); dos de clarisas (Hellín y Villarrobledo); uno de franciscanas de la TOR en Alcaraz y otro de Cistercienses en Villarrobledo.
¿Cómo es vuestra vida diaria?
– Muy sencilla, comenzamos con la oración litúrgica y personal. Después de la Eucaristía la jornada va alternando momentos de trabajo, oración, estudio, recreación y descanso. A simple vista puede parecer monótona, gris o triste, pero no es así. No conocemos la rutina ni el aburrimiento. En casi treinta años que llevo en el monasterio ni un solo día es igual. Nuestro Dios es el Dios de las sorpresas. En el “Hoy” cotidiano estamos con Cristo, vivimos bajo su mismo techo, tenemos la experiencia personal de que está vivo y presente no solo dentro de nuestro corazón sino en medio de la comunidad.
¿Cuándo entró al convento y cómo?
– Yo tenía 20 años. Dios es un gran pedagogo, pues yo no quería ser monja ni me gustaba verme con un hábito, pues era muy presumida. El Señor me dio todo lo que yo había deseado y soñado: estudios, viajes al extranjero, una pandilla de amigos muy buena en mi pueblo (Socuéllamos) y después en la Universidad, buena familia… pero en el fondo había un vacío que estas cosas no podían llenar. Sentía que todo me sobraba, que yo quería ser pobre. Por otro lado, desde niña alimenté una relación personal con Jesús y con la Virgen María. A Jesús lo sentía vivo en el sagrario y me atraía, a Ella acudía como a una madre. Cuando terminé los estudios descubrí que mi relación con Jesús era algo más que la de un simple amigo. Él me llamaba a ser su esposa.
¿Está feliz?
– No estoy feliz, SOY feliz, muy feliz y no cambiaría mi vida por ninguna otra, pues me llena por dentro, me plenifica. Si me preguntas por un adjetivo que defina mi vocación contemplativa te diría que es PRECIOSA, rica, profunda, humanizante, enriquece a la persona en todas sus dimensiones, nos centra en lo esencial. Pero esta felicidad brota y nace de la unión con Cristo en su misterio de pasión, muerte y resurrección. Ya lo anunció Jesús: “El que quiera seguirme que cargue con su cruz cada día y se venga conmigo”. Todo ser humano sufre, pero la clave está en saber sufrir. El sufrimiento unido a Cristo adquiere un valor redentor infinito, le ayudamos a salvar almas.
Un convento no está cerrado sino abierto al mundo no estáis alejadas y aisladas de las personas.
– Oímos muchas veces decir a algunas señoras: “¡Ay, si me hubiera metido a monja de cuántas cosas me habría librado! Vosotras estáis ahí como entre algodones, no sufrís y os evitáis muchas cosas. El mundo está muy mal, ahí dentro es donde mejor se vive”. Esta es la concepción que se tiene de un convento, como si viviéramos en un nirvana donde ni se siente ni padece. Eso no es real. Vivir con las mismas personas en un lugar cerrado durante toda la vida exige una gimnasia interior constante para no romperse por dentro. Debemos ejercitar la comprensión, el perdón, el diálogo, el ver a la hermana cada día con ojos nuevos, olvidar las ofensas. Esto también es un testimonio ante el mundo. ¿Cuántas personas dejan de hablarse por cuestiones de herencia o malos entendidos? Y viven amargadas porque sin amor no se puede ser feliz.
Por otra parte los muros del monasterio no son barreras. Nos enteramos de las cosas que pasan fuera pues nos las dicen y rezamos por la realidad que nos ha tocado vivir a todos, pues formamos parte de ella. Además somos muy sensibles al sufrimiento de las personas, las llevamos en nuestro corazón y las presentamos cada día al Señor.
Algunas palabras sobre el lema de este año.
– El lema está tomado de una frase de santa Teresa de Jesús tomada de su libro Camino de Perfección: “Solo pido que le miréis”.
Tres siglos antes que santa Teresa escribiera esto otra santa llamada Clara de Asís, también nos pedía que le mirásemos, pero además añadía otros verbos. Así escribía a una de sus hijas espirituales: “Mira, observa, considera, contempla, con el anhelo de imitarle a tu Esposo, el más bello de los hijos de los hombres, hecho por tu salvación el más vil de los varones. Y transfórmate por la contemplación en imagen de su divinidad”. Tantos verbos expresan un dinamismo increíble en el alma de nuestra santa madre. Para ella no se trata de mirar solamente, sino de considerar, contemplar con un deseo ardiente de imitar a la persona amada. Además es un mirar que transforma a la persona desde dentro en Cristo, un mirar que lleva a la identificación y unión con su Esposo.
“Solo pido que le miréis”. Este lema nos lleva a hacernos una pregunta: “¿Hacia dónde dirijo yo la mirada?”. Por supuesto que hacia lo que me interesa y motiva. Hoy día lo más común es: la televisión, el ordenador y el móvil. Nos saturamos de imágenes que llenan la mente y dejan el corazón vacío. Si solo por hoy dedicáramos un rato a dirigir una mirada atenta a Jesús crucificado, seguro que algo cambiaría en nuestra vida.
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Sor Alicia Correa Fernández, autora de libros de espiritualidad.
Sor Alicia Correa Fernández, granadina, es monja agustina en el Monasterio del Corpus Christi de Granada (C/ Gracia, 7). Emitió sus votos solemnes en 1992 y en los últimos años desempeña el cargo de Priora de la comunidad.
Desde 2012 en que publicó su primer libro, “Tu LUZ en mi barro”, hasta finales de 2017 no ha dejado de transmitir, dentro de una vivida fidelidad personal al espíritu agustiniano, dimensiones nucleares de la espiritualidad cristiana. Así lo revelan los títulos de sus libros entregados al público hasta hasta el momento: “Peregrinando hacia el Amor”;” Un Corazón que late. Vivencias eucarísticas” y, como puede verse en el último boletín “CLAUNE”, “Remanso de paz”. Todos ellos han sido presentados en el boletín “CLAUNE” (números 196, 202, 213 y 219) Además ha publicado varios artículos de espiritualidad en diversas revistas de la propia Orden y de ámbito más general.
Siempre sus escritos tienen, al menos eso parecen, carácter autobiográfico, pues sor Alicia escribe reflejando lo que vive. Por ello, son transparentes y rezuman autenticidad y arrancan un diálogo al lector. Entendemos que prestamos un buen servicio a los “visitantes” de la página web facilitándoles los títulos de estas obras que ayudan a saborear el encuentro con Dios en la vida cotidiana.
Las llamadas no cesan, las respuestas tampoco
HERMANAS CLARISAS DE BELORADO (Burgos)
SOR ISRAEL MARÍA
Profesión temporal 25 de marzo 2017
Aquella mañana del 25 de marzo Solemnidad de la Encarnación del Verbo no era como una de tantas; no. No solamente era un día de infinita alegría en todo el cielo porque en aquella jornada la Madre restauraría con su sí el no de Eva, ni porque el arcángel volara henchido de felicidad hasta el trono de Dios por la noticia que ya resonaba en todo lo creado; no
¿Qué se añadía a tanta dicha? Otro sí. Un sí pequeño, humilde, un sí cuajado de santo temor pero con la confianza que da el brotar fiado en la palabra de otro. Era el sí de nuestra hermana Sor Israel María del Espíritu Santo a la que en ese día se la concedía la gracia de realizar la primera profesión en nuestra comunidad de hermanas pobres de Santa Clara de Belorado. Algo conocemos de María la sierva del Señor pero de esta otra que da su sí, ¿quién es? Una muchacha joven de 25 años de procedencia madrileña del barrio de Canillejas, de familia cristiana; su padre se llama Juan y su madre Berta. Una vida “normal” como tantas otras, familia, amigos, estudios, diversiones… pero intervino el Señor y por medio de algunos acontecimientos su corazón tomó conciencia de un murmullo. La búsqueda del sentido de ese murmullo la hizo llegar a esta casa una Pascua y percibió que a quien buscaba estaba esperándola aquí.
No fue un paso inmediato; regreso a sus estudios, a sus amigos…; pero ahora sabía donde era esperada y finalmente dio el paso, dejó la universidad, sus padres, su hermana, sus abuelos… el Señor se los devolvería a otra luz con un vinculo más verdadero y firme.
Desde que el sacerdote al acoger en nombre de la Iglesia su consagración proclamó solemnemente: “y si estas cosas guardares yo te prometo la vida eterna” a sor Israel se le abrió un camino para vivir en plenitud su bautismo hasta que oiga la llamada a las nupcias eternas donde recibirá el abrazo de su hacedor.
SOR MARÍA SIÓN
Profesión solemne 13 de mayo 2017
En el centenario de las apariciones de Fátima, el Santo Padre canoniza a los dos pastorcillos que con su sencillez han comprendido que dar la vida por la salvación de las almas no requiere más que amar mucho.
En este marco incomparable del 13 de mayo, y a la misma hora en que daba comienzo la liturgia de canonización en Fátima, en nuestra Iglesia resonaba el Veni Creator. Así el designio divino lo había querido para que nuestra hermana, Sor María Sión de la Trinidad, acogiera la gracia que la Iglesia la concedía de ser consagrada para siempre como esposa de Cristo pobre y crucificado en esta fraternidad de hermanas de Santa Clara de Belorado.
Al cristalizar una llamada en una profesión perpetua, en muchas ocasiones no tenemos en cuenta que hay una historia detrás de ella. Así como Dios cortejó al pueblo de Israel y lo llevó al desierto e hizo con él alianza eterna, de igual manera quienes somos llamados experimentamos en nuestra vida esta historia. Sí, igualmente nuestra hermana Sión la ha vivido.
Susana, que así fue bautizada, es oriunda de Madrid, devota de la Almudena y con abono en el Bernabeu. Estudió farmacia, como su padre y su hermano, y tenía una activa vida de parroquia. Andando el tiempo, en una peregrinación a Tierra Santa…, el Señor, que ya iba deshojando la margarita, la expresó su deseo y ella se dejó seducir.
Llego a nuestra fraternidad con un sacerdote a contarnos su deseo y encontró la respuesta: salvará Dios a Sión, habitará aquí y las poseerá.
Tras terminar sus estudios y un tiempo de discernimiento entró para seguir aquel deseo. Este deseo brotaba de un corazón, tenía un rostro… que la pedía lo mismo que a los humildes pastorcitos: dejar su vida en su mano amorosa y llevar este amor a muchas almas.
Así, nuestra hermana se entregó confiada y dichosa a su esposo que la conservará fiel hasta que la llame a sí para toda la eternidad.