Abdellah, nuestro vecino
Abdellah, nuestro vecino
Testimonio recibido del Monasterio de la Sagrada Familia y Sta. Teresita del Niño Jesús en Tánger
Abdellah es uno de nuestros vecinos; más exactamente, es nuestro vecino de “coro”, en el sentido que las ventanas de su casa están separadas de las de nuestro coro solo por el callejón que está entre los dos edificios. Así que, desde hace años, Abdellah y su familia “siguen en directo” nuestra liturgia.
La suya es una familia que desde siempre ha vivido los valores de la acogida y del respeto, comenzando por la grande amistad de su padre con algunos vecinos judíos sefardís, que, aún después de su traslado a Israel, han seguido mostrando su cariño a toda la familia de Abdellah.
Sus hijos han crecido en este ambiente y es natural que hayan absorbido sus valores, tanto que no ha sido fácil convencer al hijo mayor que, habiéndonos invitado a su boda, quisiera que participáramos no solo con la oración, ¡sino también personalmente!
Hace poco hemos tenido la oportunidad de hablar un poco con él, y ha sido un momento verdaderamente hermoso. Nos ha dicho que agradece continuamente a Dios porque sus vecinos “son los mejores vecinos que pudiera desear” y que nuestra presencia aquí en Tánger le llena de alegría.
Cada vez que oye tocar la campana che nos llama a la oración (y de veras que la oye bien, ¡como la tiene aladito!) él piensa: “Ahí están mis hermanas que rezan” y, en vez de quejarse por despertarse tan bruscamente, bendice a Dios porque hay personas “que día y noche rezan y están en la presencia de Dios”.
Le hemos dicho que también para nosotras es una alegría oír la llamada del muecín a la oración, sobre todo cuando coincide con la nuestra y podemos rezar juntos con ellos, y él con grande sencillez ha contestado: “Claro, ¿Acaso no somos hermanos? Todos hemos llegado al mundo del mismo modo y, a pesar de andar por caminos distintos, todos somos parte de una única familia”.
Nos ha hablado de sus hijos y de la próxima boda de su hija, nos ha actualizado sobre su salud y la de su mujer y por fin nos ha pedido que rezáramos por él. Hubiéramos querido besarle las manos en señal de respeto, como suelen hacer aquí los hijos con sus padres, pero no nos lo permitió sin que él también besase las nuestras y, casi despidiéndonos, nos ha preguntado: “¿Vosotras sabéis dónde está el Paraíso?”. A ser sinceras, habríamos podido decir que sí, porque ya otro amigo de la comunidad nos había hecho conocer este dicho de el Islam, pero no hemos tenido suficiente prontitud de reflejos, así que él ha seguido: “El Paraíso está bajo los pies de la propia madre… Todo el amor y el respeto que donáis a vuestros padres os será devuelto en el Paraíso… Quered a vuestros padres…”.
Y nos ha despedido así, dejándonos el corazón lleno de gratitud a Jesús por el don de Abdellah y su familia.
Les dejamos algunas imágenes de nuestra comunidad: